miércoles, 24 de junio de 2009

EL LUGAR DE LOS DESAPARECIDOS

EL LUGAR DE LOS DESAPARECIDOS.
Los actos del terrorismo de Estado, y en especial la desaparición forzada de personas, es como un disparo que penetra y se instala en el cuerpo de la sociedad, y donde el estampido del disparo suena eternamente en los oídos de las victimas. Los actos de reparación deberían tener, al menos, la capacidad de instalarse allí donde los actos del terrorismo produjo los mayores efectos y la luz que están encargados de encender, iluminar los desafíos del presente..
A pocos días del acto de reparación de la memoria materializado en la nominación de una escuela con el nombre de Elena Quinteros, muy cerca de allí a partir de ese acto y en otra Escuela pública, llegaron los ecos de aquel suceso. El registro de ellos, por una de sus protagonistas, que opto por no identificarse, es una reflexión al que nosotros nos atrevimos a ponerle un titulo y a darles la difusión que corresponde.
Raúl Olivera


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    EL LUGAR DE LOS DESAPARECIDOS.

    Hace un tiempo tuve el agrado de que un grupo de maravillosos niños me llenaran de esperanza. No importa lo que intenten hacer por ocultar el lugar de nuestros desaparecidos, es parte de nuestra identidad y siempre habrá modo de repensar y decir Nunca más, ya sin bronca, y sin gritos, ya como parte constitutiva de unos dueños de la construcción de futuro que supieron demostrar que no hay olvido ni perdón, y sí hay una militancia cotidiana de construcción de democracia, libertad y ciudadanía.
    Soy maestra, el año pasado estuve a cargo de un grupo de sexto año, en un barrio que podría ser clasificado – según la jerga de ANEP- como sociocultural crítico. Todos sabemos, y no me voy a encargar de aclarar lo que esto significa en el imaginario de todos nosotros.
    Era un día como tantos, yo había hecho una suplencia en el turno de la mañana, por lo tanto me había perdido un hecho esencial en la construcción de la identidad del barrio, estaban nombrando una escuela, obtenía un derecho fundamental, llevar un nombre. Y no era cualquiera, sino uno de peso relevante en este proceso de reconstrucción de nuestro pasado reciente, el nombre de Elena Quinteros.
    Entramos y al poco rato nos dimos cuanta de que en nuestro salón había una mochila, algún niño la había olvidado, ya corría el rumor de que en el barrio se había visto mucha gente, y “hasta la tele, Maestra”, esto daba un aire de importancia a este asunto.
    Nos pusimos a conversar, quería indagar hasta dónde reconocían ellos la importancia de dar un nombre a una institución, cómo se elegía esto, y por qué el nomenclátor reflejaba diferentes homenajes y tendencias de ideas. Todo me salió exactamente al revés, como siempre cuando algo los inquieta el grupo naturalmente domina la conversación hasta llegar exactamente donde lo desean.
    El dueño de la mochila regresó, había participado en el acto de la otra Escuela y estaba sumamente impresionado por la cantidad de gente, y feliz de su actuación. Contó algunos detalles, entre ellos el nuevo nombre de la Escuela.
    Al preguntar si alguien lo conocía empezó todo, algunos niños lo habían hablado en familia, ya sabían que era una “detenida desaparecida”. Comenzamos a indagar esto, qué quería decir esta expresión. Hicimos una ubicación histórica, ya habíamos aprendido lo que era una dictadura, al abordar a Latorre y su modernización del Estado. A su vez, ya habíamos ubicado históricamente la última dictadura uruguaya, y con sorpresa descubrieron que la Historia, ese conocimiento tan lejano y aburrido, había sido vivido por sus abuelos, padres, vecinos. Seres terrenales y cotidianos.
    Comenzaron entonces a surgir las interrogantes y las comparaciones, debo asumir que es un momento muy duro porque al abordar el tema de la cárcel, son varios los niños que cuentan con familiares actualmente presos.
    De todos modos fue uno de los mejores debates, claramente surgían las comparaciones como: “Cuando se los llevan ahora te enterás, te llaman”, o “Igual aunque no tengas plata tenés un abogado”. Y el asombro iba ganado espacio, cómo que esta gente no tenía abogados, cómo que las familias no sabían ni siquiera dónde estaban, ¿no se les podía llevar cosas?, ¿Visitarlos para que vieran a los hijos..?
    Comenzaron los juicios, era totalmente inaceptable que eso sucediera, si hacés algo malo si vas preso, pero por pensar distinto no, comenzaron a hablar de partidos políticos, de sindicatos y reclamos, todo en un nivel escolar, pero sumamente rico, todos esos conceptos están ellos, y la diversidad es esencial para convivir, eso estaba muy claro en el grupo.
    Luego empezó una instancia de empatía, y claro para niños que conviven cotidianamente con el dolor y el abandono colocarse en ese lugar es más sencillo.
    Jorge planteaba, con los ojos desorbitados: Entonces, vos no sabés si se fue, te dejó sólo, si vuelve o no? Qué podía responder? No, no se sabía. Pero mi padre está preso y yo sé que cuando mi hermano esté en cuarto (acaba de ingresar a la Escuela), mi padre ya va a estar.
    No hay definición para el espacio de vacío, que no se llena porque no hay explicaciones, no hay excusas.
    Simplemente, la energía vital que normalmente llenaba el salón se fue diluyendo y dando lugar a un estado de angustia general, me sentía responsable por eso, pero no puedo inventar explicaciones a un sentimiento que invade a toda la sociedad sólo para contenerlos.
    Así lo definieron ellos, es un hueco, una duda, una parte que no sabés y que no importa lo que hagas, no te enterás porque te escondieron la verdad, o te mintieron.
    En mi clase si hay un lugar para los detenidos desaparecidos, en la conciencia de cada niño, que no comprendió la ausencia, que no encontró soluciones al enigma. Entonces si hay esperanza de cultivar la democracia, porque seres sensibles, reflexivos y empáticos son los que seguirán construyéndola. Es mentira que a nadie le importa, o que todo es parte de una campaña de recolección de firmas para anular una ley, es mucho más que eso, son parte del imaginario social, y son una herida que duele y angustia, y por suerte porque de ese modo está presente, uno no ignora aquello que le duele. La herida sanará, o se modificará, va a transformarse en energía y en cotidiana construcción de la pluralidad, la diversidad, el respeto y la convivencia.